Santa Catalina de Siena

Santa Catalina de Siena, una virgen y doctora de la Iglesia

(1347-1380)

Eufrósina Benincasa nació en Siena en 1347 como la vigésima cuarta de veinticinco hijos. Una hermana gemela nació con ella y murió a las pocas semanas. A la edad de doce años, sus padres intentaron casarla, pero ella dijo que se había comprometido con Dios y que no se daría por vencida. Desafortunadamente, debido a la falta de dote, no pudo ingresar al convento. Cuando su padre vio que su actitud de oración era sincera, accedió a que siguiera el camino religioso. Decidió unirse a la Tercera Orden de Santo Domingo que se negó a aceptarla por ser demasiado joven. Pronto fue atacada por la enfermedad. Una fiebre muy alta y granos dolorosos le desfiguraron el rostro. Luego le pidió a su madre que volviera a hablar con la abadesa y le dijo que moriría si no la aceptaban en el convento. La priora, queriendo convencerse de la sinceridad del pedido de la enferma, envió a las hermanas mayores para que la escucharan por sí mismas. Las monjas quedaron impresionadas por los rasgos distorsionados de su rostro y el ardiente deseo de ingresar al convento.

Fue adoptada en 1364. En la basílica de San Domenico tomó el hábito y el nombre religioso Catalina. Como terciaria dominicana llevó una vida ascética, que no le resultó fácil. Las dificultades se vieron agravadas por la falta de familiaridad con el latín. Ella era activa en la causa de los enfermos, los pobres y los excluidos, además, tenía el don de expulsar a los demonios poseídos. Estaba muy interesada en los asuntos de la Iglesia y del mundo. En ese momento, el papa Gregorio XI estaba en Aviñón. Fue gracias a sus esfuerzos que regresó a Roma en 1376, poniendo fin al cautiverio de casi setenta años de los papas en Aviñón.

Un año antes, en abril, en la iglesia de Santa Cristina de Pisa, Catalina recibió estigmas en forma de rayos sanguinolentos que solo ella podía ver, pero que se hicieron visibles poco antes de su muerte. Murió en olor de santidad en Roma el 29 de abril de 1380. Fue enterrada en la iglesia dominicana de Santa María sopra Minerva de Roma y su cuerpo aún se encuentra en esta basílica.

Un año después de su muerte, su cráneo fue entregado a Siena como reliquia. Tres años más tarde fue objeto de un culto solemne y fue trasladado en procesión a la Basílica de San Domenico, donde aún se conserva. En la misma basílica está el dedo de Catalina: con esta reliquia se da la bendición a Italia y a las fuerzas armadas el domingo por la tarde cuando se celebran las fiestas internacionales en honor a la santa. El pie izquierdo se conserva en Venecia (en la Iglesia de Santi Giovanni e Paolo). Había una costilla en la Catedral de Siena: sin embargo, fue donada al santuario de Santa Caterina en Astenet, Bélgica. Finalmente, la cáscara de la escápula de Catalina está en el Santuario de Catalina en Siena. La mano izquierda de la santa, con el signo de los estigmas, se conserva en el Monasterio del Santo Rosario de Monte Mario en Roma.

Pío II canonizó a Catalina de Siena el 14 de abril de 1461, y el 4 de octubre de 1970 el papa Pablo VI le otorgó el título de Doctora de la Iglesia, y finalmente en 1999 Juan Pablo II la proclamó una de las Patronas de Europa.

En la iconografía Santa Catalina está representada con una túnica blanca y un manto negro de la orden dominicana, con lirios, una corona de espinas en la cabeza y estigmas, y un libro. A veces se la representa en el momento de un matrimonio místico con Jesús o con el corazón en la mano. Estos son los atributos básicos con los que se presenta. Los lirios simbolizan la pureza, una corona de espinas – el culto a la Pasión, y los agujeros en sus manos – los estigmas con los que fue dotada, mientras que el libro – sus obras que dejó atrás. En su caso es muy especial, porque fue analfabeta casi toda su vida, solo podía firmarse y escribir unas pocas palabras, y en esa época, además de Diálogos y Oraciones, escribió muchas cartas a diversos personajes del clero y laicos. En algunas imágenes, también se representa a Catalina con una calavera y una cruz, que significan una especial mortificación de la santa. Pero la cruz también alude a un acontecimiento en la vida de Catalina. Cuando salió del convento, vio a un hombre pobre que pedía limosna. Catalina, que no tenía dinero, le ofreció una cruz de plata. Unos días después, en medio del éxtasis, vio la cruz sobre el pecho de Cristo. Esto le aseguró que el pobre que pedía apoyo era Cristo. Otra versión dice que Cristo se apareció a Catalina y le puso una cruz en su cuello, le dio una rama de olivo y ordenó entregar la paz entre la gente. Cristo también es representado como un niño que puso un anillo en su dedo como señal de una boda mística (la visión tuvo lugar en 1367). Finalmente, cabe mencionar el atributo de una paloma, recordándonos las dificultades que experimentó Catalina debido a la negativa de su padre a ingresar en la orden; cambió de opinión solo cuando vio una paloma sobre la cabeza de su hija que oraba.

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